Hay otra vida en Hispania antes de que Roma apareciera por aquí. Son los pueblos prerromanos,
tribus organizadas que se distribuyeron por toda la Península Ibérica recibiendo con los brazos abiertos o cerrando las puertas en otros la llegada de Roma a nuestras costas. Son cuatro siglos, desde el VI
al II a.C., con características propias según cada pueblo y que hunde sus
raíces en el Bronce Final, en los inicios del I milenio, que es cuando muchos
de los centros que serán importantes posteriormente se forman.
Asimismo, el auge se puede observar en hechos como la aparición de la moneda
propiamente ibérica en Arse (la romana Saguntum), de bronce y plata, ante la necesidad de facilitar
los contactos comerciales con otras ciudades. Tras la II Guerra Púnica se
extendió su uso a Cesse (Tarragona), Cástulo, Obulco (Porcuna), Ilerda y
Barcino (Barcelona), popularizándose con la conquista romana.
La escritura será el otro gran rasgo ibero. Conservada en unas 1.700 inscripciones, se descifró gracias a Manuel Gómez-Moreno en 1922, aunque no se comprende todavía ya que no se dispone de una sintaxis ni una semántica del idioma ibero.
Su origen depende de la zona de la que proceda. Si la turdetana, que
data del siglo VIII–VII
a.C., hunde sus raíces en Tartessos, la más conocida hoy, la levantina, cuenta
con una mayor influencia griega, aproximadamente del siglo V.
Dos son los grandes grupos de pueblos en los que podemos dividir esta
amalgama, según se ve en este magnífico mapa sacado de un buen blog: